En un giro digno de cualquier serie de intriga política, el Gobierno ha dejado claro que esta legislatura no tiene marcha atrás. Pase lo que pase, con o sin apoyos, con o sin presupuesto, la máquina de gobernar seguirá funcionando, aunque sea empujada cuesta abajo y sin frenos.
Según fuentes internas, el presidente Pedro Sánchez ha adoptado la filosofía de los grandes estrategas: “Si no puedes convencerlos, sigue adelante como si lo hubieras hecho”. Tras el rechazo del real decreto ley ómnibus —ese que venía cargadito con medidas sociales, ayudas y un puñado de promesas más—, la misión ahora es convencer a Junts de que, efectivamente, es una gran idea apoyar algo que hasta hace cinco minutos consideraban un disparate.
Seguimos adelante (pase lo que pase)
El mensaje para el resto de los mortales es claro: si no quieren subirse al barco, no pasa nada, el Gobierno zarpará igual, aunque sea a remo y contra corriente. ¿Que no hay presupuesto? No importa. Sánchez ya lo dejó caer con una sonrisa en Davos: «Estamos muy cómodos con los de 2023». Prorrogar es tendencia, y si España sigue creciendo, ¿para qué complicarse con unos nuevos presupuestos? La estabilidad está sobrevalorada.
Cuando culpar a los demás se convierte en un arte
Mientras tanto, el PP, que sigue sin ser invitado a esta fiesta legislativa, se lleva los palos por, supuestamente, “boicotear las medidas sociales”. Fuentes del PSOE señalan que en Génova el rechazo a estas propuestas no es “pecado de juventud”, sino algo más bien crónico. Por su parte, en Vox parecen encantados con el caos, que consideran parte de su plan maestro para demostrar que el apocalipsis está cerca.
La clave ahora está en Junts, el partido de la imprevisibilidad por excelencia. Aunque Puigdemont haya anunciado que no negocia ni con el Wi-Fi, el Gobierno mantiene la esperanza. ¿Por qué? Porque el optimismo es gratis y alguien tiene que fingir que esto puede salir bien.
Eso sí, el presidente asegura que no hay prisa. Las pensiones, las ayudas y el resto de medidas “urgentes” pueden esperar. Lo importante aquí es mantener la narrativa. Porque, al final, gobernar no es tanto hacer cosas como parecer que las estás haciendo.
¿Y ahora qué pasará?
Desde Moncloa, la consigna es clara: “La legislatura no está en riesgo”. Si hace falta gobernar con decretos a prueba de balas, trocearlos hasta que parezcan piezas de Lego o simplemente ignorar al Parlamento, así será. Porque este Gobierno tiene una misión: seguir adelante, aunque el tren de la legislatura esté descarrilando en cámara lenta.
Y mientras tanto, el resto de nosotros solo podemos agarrar palomitas y disfrutar del espectáculo. Total, ¿qué es la política si no un reality show con mejores trajes?
